¿DESEAR O SER DESEADA?

¿DESEAR O SER DESEADA?

El aprendizaje es parte fundamental para nuestro desarrollo en la vida. En todos los aspectos o áreas de la misma es necesario para avanzar adquirir los elementos que nos permitan desarrollarla y adaptarnos a nuestro entorno. Por lo tanto, la cultura es una parte fundamental para ese desarrollo.

A nivel sexual, particularmente en las mujeres, esa “cultura” ha condicionado el deseo sexual de una forma determinante. Los roles de género marcan nuestro comportamiento sexual, estamos condicionadas/os a comportarnos de una determinada manera por el hecho de ser mujer u hombre.

Desde pequeñas aprendemos muy bien la lección. La mujer aprende a “ser deseada” y el hombre a “desear”. Esta diferencia marca de forma importante no solo nuestro comportamiento sexual sino nuestro comportamiento ante la vida.

Podemos apreciar a lo largo de la vida de la mujer y en sus diversas etapas, lo mismo en el hombre, cómo esta condición “ser deseada” (en la mujer) y “desear” (en el hombre) dirige nuestras relaciones con el otra/o.

Si ponemos atención a nuestro lenguaje, que es la traducción de nuestras creencias internalizadas o aprendidas, veremos cómo lo llevamos a la práctica sin ser muy conscientes  de ello.

Una tarde una amiga (heterosexual) que acababa de cumplir los cincuenta años me comentaba que un hombre encantador, guapo e interesante la había invitado a salir a cenar, ella se lo pensó. Finalmente, le puso una excusa y no aceptó tal invitación a pesar de  que lo deseaba. Le pregunté cuál había sido el motivo de su negativa, “la verdad – me contestó – ¿de qué le voy hablar? además estoy un poco gorda, tendría que arreglarme, a estas alturas ¿quién te puede tomar en cuenta? No estoy segura de ser  lo suficientemente atractiva, ya no tengo edad para estas cosas, etc…”

En ningún momento mi amiga se planteó lo que ella realmente quería, “lo deseaba” “quería pasar una velada interesante”.  El sentirse poco deseada – según ella – fue un motivo más fuerte que sus propios deseos y necesidades.

Cuando hacemos valer realmente lo que deseamos, no hay excusas que impidan realizar aquello que queremos. Cuando comenzamos a “adueñarnos” de nuestros deseos como de nuestros cuerpos, las presiones sociales y mandatos de género pierden su fuerza.

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