Las mujeres tenemos pocas ocasiones para observar y comparar nuestros genitales con los de otras mujeres. De hecho si nos vemos desnudas, por ejemplo, al cambiarnos en los vestuarios de un gimnasio o de una piscina, sólo nos vemos el vello púbico.
¿Nos podríamos imaginar sentadas con las piernas abiertas mostrando y comparando nuestras vulvas con la de las demás? Sería un buen ejercicio de conocimiento corporal. Además ayudaría a despejar tantas dudas y temores ante las diferentes dimensiones de la vulva y sus partes como los labios; las diferencias de color y forma de las mismas, etc. Sin embargo, para algunas personas podría resultar un comportamiento obsceno o vulgar.
Como señala C. Blackledge en su libro Historia de la Vagina en el mundo occidental y en el siglo XXI, la imagen de una mujer que muestra sus genitales se suele asociar irremediablemente al sexo, a la pornografía y a la sumisión. En numerosas culturas se mantienen cubiertos los genitales de la mujer, lo que contribuye a rodear la imagen de la vulva de connotaciones negativas. Sin embargo, hay indicios de que siglos atrás, en diferentes lugares del mundo, las mujeres se levantaban las faldas sin sentir vergüenza. De hecho, la exhibición de los genitales femeninos no sólo ahuyentaba a los malos espíritus, sino también se utilizaba para favorecer la fertilidad de las plantas y de las mujeres. En algunas zonas de África, por ejemplo, las mujeres recurren a la exhibición colectiva de la vulva para reafirmar el orgullo que sienten por su condición sexual y para avergonzar a los hombres. También lo utilizan para castigar comentarios despectivos sobre los genitales femeninos. ¿Os imagináis las veces que deberíamos subirnos las faldas y exhibir nuestros genitales ante los comentarios despreciativos y, a veces soeces, que solemos oír las mujeres hoy en día?
La exhibición de la vulva ha sido tan notable que durante miles de años se ha representado a través del arte. Estamos hablando de miles de años antes de nuestra Era, como la vulva que aparece en unos sellos cilíndricos hallados en Siria, que muestran mujeres que abren las piernas para exhibir sus genitales o se levantan la falda para descubrir el pubis. Este gesto se consideraba sagrado. También llama la atención en estos sellos el sentimiento de orgullo que transmiten las mujeres al enseñar sus genitales.
El paso del tiempo no ha sido impedimento para que la exhibición de los genitales femeninos cesara. Por el contrario, una colección de figuras femeninas de piedra (llamadas Sheela na Gig), situadas en las fachadas de los edificios medievales (iglesias y castillos), se muestran en distintas posturas: aparecen abiertas de piernas, de pie, agachadas, sentadas. Incluso algunas levantan los pies a la altura de las orejas para mostrar mejor sus vulvas de forma almendrada o circular. Es de lamentar que, posteriormente, fueran destruidas, especialmente las partes presuntamente “ofensivas”, rellenando con cemento las incisiones que dibujaban el contorno de la vulva como nos cuenta.
Las Venus son otra representación de la imagen femenina, que se denominan diosas del amor y la belleza. En estas figuras, especialmente en la Venus de Willendorf, la vulva ocupa un lugar destacado. En esta figura se muestran claramente los labios y el orificio vaginal; también es visible la punta del clítoris.
Mucho más tarde, en el arte prehispánico (100 – 800 a DC), la cultura Mochica de Perú representa la vulva, la vagina y el clítoris de forma ostentosa y con toda naturalidad, como podemos ver hoy a través de los huacos eróticos.
Si bien se suele decir que estas imágenes simbolizan la fertilidad, no está claro aún su significado. Evidentemente, se deja fuera todo tipo de interpretaciones eróticas, entendiendo la exhibición de los genitales femeninos no como símbolos del placer femenino, sino como la función reproductora de los mismos o, en algunos casos, como representación de la lujuria femenina horrible y pecaminosa. Sea cual fuere la interpretación que se dé a la representación de la vulva, es importante constatar que hubo tiempos y lugares en los que nuestros genitales eran visibles, admirados e incluso adorados. En aquellas figuras femeninas apreciamos, además, la jactancia y naturalidad con que las mujeres muestran sus genitales. No existía, al parecer, ni temor ni vergüenza al enseñarlos, no había nada que ocultar. Por el contrario, tanto las figuras femeninas, como las estatuillas y los huacos eróticos, muestran la vulva grande, ampulosa, exagerada. Parece que pretenden llamar nuestra atención para admirarlas.
Conocer y valorar lo que simbolizan los genitales femeninos a través de las diversas representaciones de la vulva que han existido en el pasado y en el presente, en el arte, en la historia y en la ciencia, en el lenguaje y en la cultura, contribuye a comprender que una de las partes más eróticas de nuestro cuerpo merece toda nuestra atención.